jueves, 24 de julio de 2008

Ghetto abandonado (Nicolás Gramajo)

Las botellas huecas
y las cenizas desparramadas
me confiesan que anduvo por aquí.
Me gusta hablar con ella
sin hablar,
el universal lenguaje del silencio.

Todavía quedan en mi suelo
negros harapos
de su traje de bruja.
Todavía quedan en mi suelo
lentejuelas blancas
de su traje de princesa.

Rojos pétalos cayeron del corazón
de su flor marchita,
dejando marcas de ausencia.
Y en la mesa,
escamas de su piel con branquias
por donde respira el alma.

A mi galera corazón
ya no le quedan
conejos no sorpresa,
a esta falsa emancipación
la faltan fundamentos y razón
y le sobran palabras.

Es el riesgo de caminar en la cornisa
lo sensual del caso,
colgar de un hilo de coser,
trepar andamios flojos
para alcanzar el cielo,
jugar al límite, sobre el filo de la navaja.

Es solo el eco de su voz
que aun retumba en la habitación,
ese perfume que se impregnó en las paredes,
esa copa llena
de negras lágrimas,
lo que me hizo dudar.

Uno puede arder sin fuego,
es como esculpir el aire de piedra
a mi lado en el colchón.
Una reincidente tribulación
ya instalada en le costado,
en el agujero de mi abrazo,
en esa espina coronaria
que cada día se entierra mas profundo.

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