miércoles, 30 de julio de 2008

Desnuda (Agustina Velázquez)

Quiero la soledad que me robaron ,cuando leyeron mi alma en decadencia,esa que fue cómplice de mis agonizantes noches ,corriendo sin sabor a nada ,olvidando hasta sentirme un despojo,esa que te espiaba desde lejos,que te hacía regalos sangrientos en un papel,quiero la soledad que encubría un cielo repleto de males ,quiero la soledad que estaba conmigo ,aun no estando tan sola,pero recibiendo estacas que me demostraban lo sola que estaba ,quiero esa complicidad entre telones ,que pasa por mis venas,que revela tu amor,tan puro ,tan mío,tan nuestro ..tan hipócrita ,tan desierto ,tan vacío,tan lleno de tu constante ausencia,de tu lejana presencia ,de mis defasajes,será que eres mi salvación ,o que quiero que me salves.Quiero esa soledad que enmantelaba un mundo de amor falso ,de presión ,de violencia,de excesos.Quiero esa soledad que me atomizaba con sábanas frías ,calientes,ajenas ,y mi cuerpo ahí,Esa soledad callada ,celebradora de mis huesos,La intimidad que perdí.

viernes, 25 de julio de 2008

Quien quemó las naves (Nicolás Gramajo)

Algo de tus labios
se quedo aquí, en los míos,
no se si el carmín
o algún trozo de piel seca,
pero como nunca,
te extraño.

También extraño el resto
de tu epidermis,
por donde mis dedos,
como rojos pies de hormiga,
caminaban piernas
hasta el fuego.

En tu cuello me colgaría,
compraría esas tierras,
pero ahora son inalcanzables,
yo mismo tapié esas puertas,
fui yo quien le puso las púas
a los alambres por los que ahora sangro.

Extraño tus manos sobre las mías,
tu abrazo en mi hueco,
tu desnudez en mi colchón,
pero esta vez fui yo
quien quemó las naves,
el suicida.

Hoy quiero girar el reloj de arena,
para atrás, a la inversa,
pero fui yo quien roció el veneno
en el plato por el que ahora agonizo.
Tu diste el “Buena suerte”
y yo el “Hasta luego”.

The wall (Nicolás Gramajo)

La cama se partió en dos,
una guillotina de hielo
cruelmente la cortó.
Sin nada que decir
y un millón de preguntas oprimidas
que no pueden salir.

Ambas partes miraron el techo,
y en las tablas húmedas
no encontraron más
que escapatorias y silencio.

En el aire q entraba del balcón
se van bailando
los sueños y las idas,
al son del mutismo.

Ni los pies se encuentran, sorprendidos,
en el desliz de un roce.
Es inviable trepar ese muro opaco
teniendo esa estaca en el pecho
que rápidamente lo desangra.

Eran dos soledades ya definitivas,
que solamente buscaban
correr sin destino ni mapas,
huir, volar lejos de allí,
sin fotos en el relicario,

aunque ese muro ya esté manchado,
y sus manos rotas
de intentos fallidos por escalar,
que siempre terminan en una
solitaria y dolorosa caída.

El suelo como utopía (Nicolás Gramajo)

Hoy soy invisible,
frío,
siento que puedo volar,
con mis negras o blancas alas.

Hoy se rompió la cadena
que me apresaba,
hoy el viento
sacude mis pelos y mi alma.

Hoy el suelo es una utopía,
atravieso la gente,
sin importarles.
Surco las calles,
por supuesto, solo.

Hoy, por primera vez,
ni me imagino vivo,
ya me acostumbré al espejo vacío,
a ya no querer despertarme.

Acá estoy,
mordiéndole las uñas y las carnes
a la soledad,
buscando en ella las respuestas.

Hoy no me vestí de gala
para esperar
a la muerte de mi muerte,
que ya llego y golpea mi puerta.

jueves, 24 de julio de 2008

Gárgolas en la noche (Nicolás Gramajo)

Cuando la luz de una vela
me encandile,
cuando el vapor caliente
empañe mis cristales,
se que vas a estar ahí,
pero no quiero que seas mis ojos,
sino que pongas los tuyos en mis orejas.

No quiero que corras delante de mí
cortando la maleza,
sino que me des el cuchillo,
me enseñes a usarlo.
Que me hagas señas
cuando la cera tape mis oídos
y no escuche las sirenas.

Cuando mi cabeza vaya en un riel
con la pared como único destino,
no te interpongas
ni la cubras de almohadones,
solo quiero que pienses en como levantarme,
y no dándome la mano,
sino poniendo un bastón al alcance de la mía.

Si no debo emprender esa carrera,
no me detengas,
lléname la ruta de obstáculos,
ponme mil trampas,
solo así me replantearé las cosas,
solo así asimilaré el dolor de las caídas
y odiaré el olor de mi propia sangre.

Y aunque a veces no parezca,
se que estás ahí cuando no te veo,
como una gárgola al asecho,
envuelto en el velo de la noche,
siguiendo cada movimiento,
con ti rifle cargado,
apuntando hacia mis piernas.

También sé de tu corazón de piedra,
resistente a mis desgarradores gritos,
de tu lengua en mis heridas mientras duermo.
Aunque no lo sepas, en el reflejo del lago,
he visto tus manos, listas al rescate,
de reojo he visto tu sombra,
escondida durante mi caída.
Y solo eso me salva.

Ghetto abandonado (Nicolás Gramajo)

Las botellas huecas
y las cenizas desparramadas
me confiesan que anduvo por aquí.
Me gusta hablar con ella
sin hablar,
el universal lenguaje del silencio.

Todavía quedan en mi suelo
negros harapos
de su traje de bruja.
Todavía quedan en mi suelo
lentejuelas blancas
de su traje de princesa.

Rojos pétalos cayeron del corazón
de su flor marchita,
dejando marcas de ausencia.
Y en la mesa,
escamas de su piel con branquias
por donde respira el alma.

A mi galera corazón
ya no le quedan
conejos no sorpresa,
a esta falsa emancipación
la faltan fundamentos y razón
y le sobran palabras.

Es el riesgo de caminar en la cornisa
lo sensual del caso,
colgar de un hilo de coser,
trepar andamios flojos
para alcanzar el cielo,
jugar al límite, sobre el filo de la navaja.

Es solo el eco de su voz
que aun retumba en la habitación,
ese perfume que se impregnó en las paredes,
esa copa llena
de negras lágrimas,
lo que me hizo dudar.

Uno puede arder sin fuego,
es como esculpir el aire de piedra
a mi lado en el colchón.
Una reincidente tribulación
ya instalada en le costado,
en el agujero de mi abrazo,
en esa espina coronaria
que cada día se entierra mas profundo.

Vértices (Nicolás Gramajo)

La vida, en sus vértices,
empuja.
La vida en sus vértices,
bombardea a preguntas,
agudiza los sentidos
y asfixia.

La vida, en sus vértices,
alucina en telarañas y polvo,
encuentra a la conciencia
y al recuerdo abrazados
en un mismo llanto.

La vida, en sus vértices,
no traga recurrentes mentiras.
De memoria conoce los escondites,
desdibuja los secretos
y desenmascara al payaso.

La vida, en sus vértices,
tiene voz de mujer,
profunda bajo el pentagrama,
dedos que van soltando hilos,
humedades mohosas.

La vida, en sus vértices,
tiene sombras,
sombras sin sombrero ni ropa,
artificiales sombras de uno mismo.
Espejos retrovisores y ojos en la nuca.

La vida, en sus vértices,
es un crepúsculo, un ocaso,
cada vez más silencioso,
donde los iracundos gritos
vana apagando sus voces y sus fuegos,
dejando tan solo ecos.

La vida, en sus vértices,
es un paréntesis olvidado,
la cara opaca del espejo,
una repetición,
un epílogo.

La vida, en sus vértices,
tiene duras y filosas aristas,
sangres rápidas y calientes,
tiene soledades
y un aire intoxicado de muerte.

Burbujas (Nicolás Gramajo)

Estábamos solos,
completamente solos los dos,
en medio de la multitud.

Estábamos en silencio
y rodeados de silencio,
entre gritos desgarradores y abrumadores bullicios.

Éramos invisibles,
puramente transparentes,
con cientos de ojos taladrando nuestras espaldas.

Estábamos quietos,
en un museo de cera,
mientras el vértigo nos rozaba con furia.

Estábamos calientes,
calientes y desnudos,
a muchos grados bajo cero.

Estábamos en paz,
en una paz real, verdadera,
codeando la mas macabra guerra.

Estábamos ebrios,
hasta la inconciencia ebrios,
en una lucidez plena.

Éramos uno,
fusionados, soldados,
en dos heterogéneas partes incompatibles.

Estábamos holgados de tiempo,
teníamos toda la noche,
abrazados a la cuenta regresiva de una bomba.

Éramos libres,
gozábamos de ese aire, de ese espacio,
con los grilletes surcando nuestras muñecas.

Éramos amor, amor del bueno,
hasta que las campanadas sonaron
y las burbujas se transformaron en calabazas.

Mudos y a sus pies (Nicolás Gramajo)

Nunca imaginó
que el amor era tan solo
un contrato de alquiler,
sin garantías.

Y ahora llora espesas lágrimas
que duelen en los ojos,
acariciando un apolillado portarretratos,
sabiendo lo irreversible del caso,
dictándole oraciones repetidas
a velas sudorosas.

Nunca imaginó ver,
mudos y a sus pies,
esos naipes que fueron torre,
esas piedras que fueron castillo,
esas fichas que fueron ajedrez.