Cinco calles atrás ya lo había visto. Sus pasos haciendo ruido detrás de mis espaldas. Aquella primer sensación de miedo que me hizo pensar en lo extraña que parecía la noche.
Al darme vuelta escuché su voz. Frágil y apagada. Su cuerpo escuálido y sucio, tan oscuro como el final de las calles en la ciudad vieja.
Su presencia allí a las doce de la noche, hablaba de un niño pobre pidiendo monedas para comprar leche y pan para sus otros seis hermanos.
Mi cerebro acostumbrado a la repetida situación, no hizo más que dejarse llevar por aquella primera sensación de miedo que, me habían provocado sus pasos. Entonces viré a la derecha y seguí adelante sin mirar para atrás.
Ahora cinco calles más adelante lo tengo frente a mí. Una lengua se levanta sobre el asfalto. Su figura convexa me paraliza. Puede que duerma. El frío hace temblar su cadáver.
Por un rato caigo en la farsa de creer que puedo hacer algo para cambiar la situación. Más tarde descubro que es imposible y continúo caminando. Pensando en que hipócrita es la gente. Debe ser una farsa también, porque siempre culpo a la gente como si yo y aquel niño no fuéramos parte de ese conjunto hipócrita. También.

jueves, 30 de agosto de 2007
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2 comentarios:
también...
me quedé en silencio y no se qué pensar... Martín, yo, el nene, y tantos ya no sabemos qué pensar
qué frío hace en la calle...
y nosotros riendo con la nieve!!
un abrazo
lo primero q pense cuando empece a leer este texo fue, "se trata de un robo", uno piensa en ese miedo q sentimos cuando se acercan a pedir una moneda, pero no pensamos en el miedo q sienten ellos dia a dia sin saber hasta cuando van a resistir la dureza de la calle y la frialdad de la gente, es dificil hacarse cargo de la culpa de cada uno pero mas dificil es vivir en la frustracion de no poder hacer nada y terminar en la indiferencia total. Martin, siempre esta bueno leer cosas tuyas, besos
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