Tengo tanta libertad
que este pensamiento
podría ser el último.
Podría abrirme de par en par las venas
y nadie me detendría.
Podría despojarme de ropas
y salir sin rumbo,
sin guía ni remordimiento.
Podría colgar de un hilo,
con los pies en el aire
y la lengua en el pecho.
En cuestión de segundos
podría desaparecer,
volar o tan solo quedarme quieto,
sin alguien de quien despedirme,
sin destinatario para mis últimas palabras,
sin velatorio ni réquiem.
Preferiría que me aten o me encierren,
porque aunque uno lucha
con garras y colmillos
en busca de la libertad,
el día que la encuentras,
más que nunca,
necesitas un límite, un punto.
Podría emborracharme hasta la cirrosis
sin tener que dar cuentas a nadie,
en silencio y solo,
sin un miserable clavel
sobre mi gris y desolada tumba.
miércoles, 26 de marzo de 2008
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