Como una entelequia
su ser desnudo, frágil,
se sumerge en mi colchón.
La piel suave y tensa
recorre su cuerpo
como mis duros dedos.
Su delicado perfume innato
impregnándose en mis sábanas
y ese cuadro pintándose
en las paredes de mi recuerdo.
Por sus muslos relajados,
hormigueos,
y el corazón bombeando,
bombeando sangre hervida
a toda máquina.
Perfecta, exacta, dormida
con mi brazo de almohada,
descansa.
Con rasguños y mordiscos
la miro fascinado,
como a un espejismo.
Y la cama descansa a su par
mientras la mañana
trepa sigilosa la ventana.
miércoles, 26 de marzo de 2008
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