Creo que ambos sabemos apreciar
lo bueno de caminar juntos
pero solos y en silencio,
humedeciendo nuestros pies
y salpicando nuestras rodillas,
viendo el agua color verde,
azul verdoso y blanca.
Con nuestras cabezas
a cientos de kilómetros de aquí
y juntando pedazos de vidrios opacos
en la arena
y caracoles agujereados.
Dejando huellas
que pocos segundos más tarde
serán borradas por alguna ola.
El viento sur despeina
hasta lo que nunca fue peinado,
el agua, pertinente e incansable
erosiona rocas
y restos de algún barco en la orilla.
Sin apuros, mi sombra camina frente a mí
escribiendo quien sabe que,
y un poco más adelante
se contornea y tiembla
entre las escasas huellas profundas,
ahora sobre la arena seca y suelta,
la otra sombra.
miércoles, 11 de abril de 2007
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