La frecuencia modulada
comienza a perderse y mezclarse,
haciendo interferencia.
El aire en la habitación
comenzó a espesarse cada vez más
y apenas entraba (y con dificultad)
por los orificios de la nariz.
Los vidrios comenzaron a empañarse
y el silencio se tornó
cada vez más incomodo.
Las caras largas y ojos extraviados,
se fueron contagiando,
cayendo como fichas de dominó.
El molesto ruido de la radio
ya perdió importancia
y los oídos se acostumbraron
hasta no oírlo,
las miradas se esquivan
y si por casualidad o curiosidad
se encontraban,
un leve e indescifrable gesto
era continuado por miradas al suelo.
Dos cabezas viajan solas en el comedor
a lugares totalmente distintos
(o no tanto),
los sentidos parecen desaparecer
o bloquearse,
y solo se encienden cuando el otro
toma una bocanada de aire
como para decir algo,
pero luego es despedida con furia
en forma de suspiro.
miércoles, 11 de abril de 2007
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