Nunca imaginó
que el amor era tan solo
un contrato de alquiler,
sin garantías.
Y ahora llora espesas lágrimas
que duelen en los ojos,
acariciando un apolillado portarretratos,
sabiendo lo irreversible del caso,
dictándole oraciones repetidas
a velas sudorosas.
Nunca imaginó ver,
mudos y a sus pies,
esos naipes que fueron torre,
esas piedras que fueron castillo,
esas fichas que fueron ajedrez.
jueves, 24 de julio de 2008
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