Todos hemos muerto alguna vez
en lo profundo de un callejón,
todos hemos estado llenos
de moscas y gusanos comiéndonos,
lentamente.
Hemos vivido también,
hemos reído,
pero hemos muerto,
cientos y cientos de veces,
nos han lamido sin asco las heridas
y nos han mordido, con ganas,
arrancando carnes,
escupiéndolas más tarde.
Hemos comido sobras de las sobras,
hemos jugado al Solitario, acompañados,
fuimos fantasmas
bajo la luna metropolitana
y mas de una vez nos encandilamos
bajo multicolores luces.
Hicimos las paces,
lamimos lenguas ensangrentadas
rasgamos sabanas de seda,
luego, un duelo a muerte,
solo un sobreviviente
parado sobre el cuerpo frío y blanco,
blanco y tenso.
Plantamos cardos y alegrías
en nuestros portales,
delanteros y traseros.
Dejamos caramelos en el camino
para que la próxima victima
llegue dulce, ingenua,
y así, despiadadamente devorarla.
Hemos muerto y reencarnado,
consecutivamente,
matado y reanimado,
aleatoriamente,
y hoy, ni muertos ni vivos,
muertosvivos,
hemos quedado solos
y transparentes ante el espejo.
martes, 13 de mayo de 2008
Tronos vacantes (Nicolás Gramajo)
Ya es tarde,
cerraré ventanas y postigos,
presiento que nadie
se precipitará a robarme el sueño,
al menos por esta noche.
Procuraré dormir,
rodeado por los escombros de mi vida,
revoloteando como duendes.
En un cofre, tras cadena y candado,
candado y cadena,
mi alegría sin trucos.
Ya sin esperanzas de
un timbre que estremezca el silencio,
que lo parta en dos,
un llamado, un grito,
un pedido de ayuda,
al menos una enfurecida blasfemia,
algo que me despabile.
Lleno de cadáveres postrados
en las paredes de la habitación,
paredes obligadas callar,
sin afinadisimos tacos
que estrujen las tablas del suelo
ni mariposas que apaguen el sádico despertador.
Con un pasado tatuado en nuestro tiempo,
indeleble,
con cicatrices ya cerradas
y heridas todavía abiertas,
en el tedio, el ocio
de la noche fría,
de la cama vacía,
del rojo trono, intacto.
Revolveré en mis sueños
por migajas de pan,
esperaré en la oscuridad, sigiloso,
a esa hada maldita,
que con sierras y motosierras,
palabra tras palabra me despedaza.
cerraré ventanas y postigos,
presiento que nadie
se precipitará a robarme el sueño,
al menos por esta noche.
Procuraré dormir,
rodeado por los escombros de mi vida,
revoloteando como duendes.
En un cofre, tras cadena y candado,
candado y cadena,
mi alegría sin trucos.
Ya sin esperanzas de
un timbre que estremezca el silencio,
que lo parta en dos,
un llamado, un grito,
un pedido de ayuda,
al menos una enfurecida blasfemia,
algo que me despabile.
Lleno de cadáveres postrados
en las paredes de la habitación,
paredes obligadas callar,
sin afinadisimos tacos
que estrujen las tablas del suelo
ni mariposas que apaguen el sádico despertador.
Con un pasado tatuado en nuestro tiempo,
indeleble,
con cicatrices ya cerradas
y heridas todavía abiertas,
en el tedio, el ocio
de la noche fría,
de la cama vacía,
del rojo trono, intacto.
Revolveré en mis sueños
por migajas de pan,
esperaré en la oscuridad, sigiloso,
a esa hada maldita,
que con sierras y motosierras,
palabra tras palabra me despedaza.
Principio de un adios (Inés)
Amaneciendo con la sensación
de haber sido perpetua en tus sueños,
intrascendente melodía
que con velocidad comienza a sonar
y un espejo malcriado que me refleja al despertar.
Queriendo recordar
las descargas de tu presencia,
la sonrisa que la vida nos regalo una madrugada
y una corona de princesa
que con el tiempo se ha empezado a oxidar.
Caminando por la cornisa
de nuestro mundo de cartón,
que con pureza un día supimos construir.
Llegando al principio del fin
enterrando el prototipo de un amor,
que ni la melancolía podría salvar.
Prefiero pensar que el azar
no jugo su mejor carta a creer
que traicionamos a nuestro propio amor,
que con dulzura, un día como hoy nos hizo feliz.
Quizás el tiempo responda a mis dudas,
quizás el olvido ya se empezó a robar
el néctar de nuestros besos,
el principio de nuestro adiós.
de haber sido perpetua en tus sueños,
intrascendente melodía
que con velocidad comienza a sonar
y un espejo malcriado que me refleja al despertar.
Queriendo recordar
las descargas de tu presencia,
la sonrisa que la vida nos regalo una madrugada
y una corona de princesa
que con el tiempo se ha empezado a oxidar.
Caminando por la cornisa
de nuestro mundo de cartón,
que con pureza un día supimos construir.
Llegando al principio del fin
enterrando el prototipo de un amor,
que ni la melancolía podría salvar.
Prefiero pensar que el azar
no jugo su mejor carta a creer
que traicionamos a nuestro propio amor,
que con dulzura, un día como hoy nos hizo feliz.
Quizás el tiempo responda a mis dudas,
quizás el olvido ya se empezó a robar
el néctar de nuestros besos,
el principio de nuestro adiós.
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